En cada misión aparecen casos que impactan más que otros, es común allí, aunque siga pareciéndonos una aberración, que lleguen pacientes con una sonda puesta hace meses o con hiperplasia benigna no tratada y en un estado tan avanzado que impide el uso de técnicas no invasivas.
En las mujeres las fístulas de distintos niveles de gravedad son habituales con los problemas de salud, higiene y sociales que conllevan y en muchos casos, debido a partos complicados mal resueltos.
En esta ocasión el protagonista de la historia es un niño.
Su diagnóstico es esquistosomiasis, tan difícil de pronunciar como de escribir, es una infección por gusanos planos parasitarios, trematodos, que invaden el cuerpo a través de la piel y el contagio puede ocurrir al nadar o caminar por agua dulce contaminada.
Al acceder por la piel pueden infectar múltiples órganos del cuerpo. En este caso el niño tiene una fuerte afectación en la vejiga. El tratamiento es con un medicamente específico que están localizando en Monrovia para poder administrárselo.
En la siguiente misión el equipo le hará un seguimiento para comprobar la evolución de la vejiga y tomar las decisiones oportunas. La esquistosomiasis puede producir graves daños en su aparato reproductor y en el urinario lo que empeoraría mucho su calidad de vida como adulto.
Lo más grave es que es posible que las aguas contaminadas en las que se ha contagiado sigan igual de contaminadas y si necesita cruzar esas zonas en su vida diaria las recaídas pueden ser continuas.
Paso a paso, una vez diagnosticada la enfermedad ahora toca aplicar el tratamiento para suprimir la infección del cuerpo del niño y en marzo sabremos de su evolución y respuesta al tratamiento.
Ahora se abre una ventana de esperanza para el paciente más joven de nuestro equipo en esta misión.